La Reconciliación desde la mirada Ontológica

La Reconciliación desde la mirada ontológica… o las posibilidades del SER fractura de una Comunidad.

Para comenzar con este tema tan humano y por tanto complejo, me parece oportuno ofrecer un contexto más amplio que ayude a comprender mejor nuestro aporte al mismo.

¿QUE ES ESO DE LA ONTOLOGÍA DEL LENGUAJE?

Si bien la palabra evoca algunos momentos filosóficos de la antigua Grecia, en nuestro caso describe una aproximación al SER-HUMANO y que postula que cuando decimos algo de una cosa, no solo decimos como la cosa nos aparece, sino que revelamos el tipo de observador que somos.

Esto significa que en cada acto que realizamos hay algo de nuestro SER HUMANO que se revela o devela porque habla de cómo estamos interpretando nuestro mundo. Dicho de otra manera, el SER que somos emerge en la mirada que tenemos de nuestro entorno… no puedo separar lo que soy de aquel objeto que estoy mirando.

Este SER-HUMANO, desde la mirada ontológica, vive en una dinámica de tres dimensiones todas generadoras de sentido y al fin de su propio ser:

• En primer lugar la dinámica del LENGUAJE: con la palabra tenemos el poder de crear realidades en nuestra vida y en la vida de los demás. Desde la respuesta a una palabra de amor hasta la declaración de una guerra. Tu palabra esta creando posibilidades e imposibilidades
• En segundo lugar, la EMOCIÓN nos distingue como seres humanos. En la e-motion, habita la energía humana capaz de mover montanas
• En tercer lugar el CUERPO, esta estructura maravillosa que se manifiesta en movimiento y comportamiento. La dinámica de la vida del observador que soy se entreteje desde estas tres dimensiones.

DICHO LO ANTERIOR ¿COMO EMERGE LA RECONCILIACIÓN DESDE LA PERSPECTIVA ONTOLÓGICA?

Lo primero que hay que decir es que el lenguaje no es inocente y cuando decimos re-conciliación
existen al menos dos distinciones en el lenguaje…

CONCILIAR es una experiencia de unidad y de acuerdo entre varias personas relacionadas en la convivencia cotidiana. En algún momento previo ¡estuvimos conciliados!

Decir RE implica señalar que algo se quebró, se fracturó, se rompió y en consecuencia esto ha cambiado la situación en el SER VENEZOLANO… a esto le llamamos polarización.

Desde la mirada ontológica proponemos considerar que hay una relación divergente en el fracturado SER VENEZOLANO:

• En el LENGUAJE creamos mundos paralelos, nos referimos a ellos y a nosotros… y si las palabras crean mundos y posibilidades, algunas de ellas des-calificativos de lado y lado, agrandan la fractura y ahondan en el quiebre: “al que no le gusta que se vaya del país” versus “pídele ayuda a tu presidente”. Dos mundos posibles que surgen distintos y excluyentes el uno del otro.
• Esta fractura en el SER dispara EMOCIONES negativas y hasta tóxicas que se expresan en conductas depresivas y agresivas. Lo cotidiano ofrece un menú en el que abunda el miedo y la desconfianza en el otro, en quien está cerca o lejos, la agresividad o en el mejor de los casos la indiferencia.
• En fin, la separación física aparece inexorablemente y podemos sentirla CORPORALMENTE en una tensión continua, producto de estos mundos generados en la palabra y movidos por la energía de la emoción.

Es notable que estamos generando un abismo si no logramos ver esta dinámica relacional que viene siendo alimentada desde hace tiempo, y al no reconocerla puede convertirse en un agujero negro sin salida! Y no es una exageración. Justamente en el abismo profundo podemos ver ya como emerge la violencia, el miedo, la sensación de inseguridad… el SER fracturado comienza a producir efectos que profundizan el abismo de la mutua exclusión.

Es posible hacerse cargo de esta fractura pero mirando la reconciliación como un proceso de acciones y resultados, un proceso de reconocernos en nuestras heridas hasta sanarlas en el alma de cada venezolano.

Y… ¿CUÁL ES EL CÓMO DE LA RE-CONCILIACIÓN?

En primer lugar, sanar la fractura en el SER VENEZOLANO comienza por aceptar y reconocer al otro, como alguien tan diferente y legítimo como yo. Aceptar al otro como legítimo es la base del respeto. La tolerancia no basta, porque en definitiva es la negación postergada (como diría el Dr. Humberto Maturana), porque tolerar en el fondo no es más que aceptar «que tengo que convivir contigo, pero sigo pensando que yo tengo la razón», partiendo del principio que hay una sola verdad, cuando desde nuestra mirada (ontológica), hay tantas verdades como tipos de observadores existen en nuestro país.

Lo que percibimos es que nos cuesta mirar y aceptar, que «la verdad” del otro se fundamenta en su mundo de vivencias, creencias e interpretaciones de su entorno y de sí mismo y que si no coincide con la mía, es probable que sea porque yo no estoy siendo capaz de aproximarme a su realidad, así como él no está siendo capaz de aproximarse a la mía.

Es justo en ese punto, cuando comenzamos a reconocer la mirada del otro como una mirada diferente a la mía, no mejor o peor, simplemente diferente, que probablemente está viendo cosas que yo aún no he sido capaz de ver y que aproximarme a esa otra mirada no implica negar la mía sino por el contrario, ampliarla y enriquecerla, es cuando comenzamos a construir los primeros espacios de encuentro y por lo tanto, los primeros pasos hacia la reconciliación.

En segundo lugar: desapegarse de la conciencia egocéntrica, es decir aquella conciencia que identifica la realidad con mi interés personal. Dicho con palabras sencillas: «lo importante es que gane mi grupo, partido o facción«. Una manera de entender si estoy en una conciencia de este tipo es identificar ¿qué me duele en las situaciones que afronto?: si me duele solo mi interés o mi derecho (y eso es lo que defiendo), entonces mi conciencia es egocéntrica. Eso no está mal, pero hay que reconocer que es una conciencia de nivel bajo, limitada a las fronteras de mi “yo”. «Yo soy responsable de mí mismo, el otro no entra en mi mapa de responsabilidad«.

El desapego dará paso a una conciencia etnocéntrica es decir, centrada en el valor de nuestra cultura y gentilicio, conectada con la comunidad concreta a la que pertenezco. En este caso mi interés y mis derechos están alineados con los de “los otros” con quienes tengo un vínculo de colaboración e interdependencia desde mi nacimiento. «Cuando me una situación me duele, es porque le duele a alguien con quien convivo. De alguna forma me siento responsable por el otro».

Por último, reconocer que la re-conciliación es un proceso en el que no bastará aceptar al otro, sino que requerirá reconocer que hay heridas por sanar. Será la hora de reconocer que la fractura en el SER VENEZOLANO nos ha causado heridas, que iremos transformando en la medida en que nuestra interpretación sobre ese «otro venezolano» comience a cambiar, reconociendo que esas emociones están directamente vinculadas con esas interpretaciones.

Desde nuestra mirada, el Coach Ontológico acompaña a individuos y organizaciones en los procesos de transformación y cambio a través de preguntas, por eso queremos obsequiarles algunas, para que desde sus respectivos espacios puedan comenzar con el proceso de reconciliación, donde quiera que éste haga falta…

• ¿En qué momento se detuvo el reconocimiento del otro venezolano como mi hermano?
• ¿Qué me digo y digo a mis allegados cuando hablo de mi país?
• ¿Que emociones estas construyendo con tus palabras en relación con tu país?
• ¿Cómo es el sueño que tienes con tu país y que estás dispuesto a entregar para que sea posible?
• ¿Cuánto sé yo del sueño sobre Venezuela que tiene ese otro venezolano que hoy siento que nada tiene que ver conmigo?
• ¿Cómo se que nuestros sueños no son los mismos o cuando menos muy parecidos?

Escrito por:
Oscar Gimenez
Coach Ontológico Profesional en
Consultora ALAS.