No me refiero a la primera novia, al primer encuentro sexual, a la primera amiga, ni a ninguna mujer que haya sido la primera en llegar al espacio, o dirigir una empresa.
Me refiero a quien fue la primera mujer en cada uno de todos nosotros, esa mujer que todos vimos por primera vez: mamá.
La que nos dio a luz, la que nos dio el primer alimento con su pecho, la que nos enseñó el amor y los límites.
Las dificultades o facilidades que tengas en la actualidad en relación a la expresión de las emociones… lo aprendiste con tu mamá.
Lo que opines y sientas en general de las mujeres… lo aprendiste con tu mamá.
Tu capacidad para generar intimidad con las personas y ser afectuoso(a)… lo aprendiste con tu mamá.
Tu disponibilidad a trabajar en equipo y generar consenso… lo aprendiste con tu mamá.
Y fíjate bien, porque no estoy diciendo que es responsabilidad de tu mamá, sino que lo aprendiste con y de ella.
Tanto porque te guste o te disguste tu pasado, ella tiene un 25% de responsabilidad, el otro 25% lo tiene papá y tu tienes el otro 50%.
Pero más allá de cómo hayan salido las cosas, es importante que puedas rendirle un homenaje por haberte dado la vida y haberte precedido para que hoy estés aquí.
Si tu madre vive… ¿Qué vas a hacer para expresarle, que no hayas hecho hasta hoy, y agradecerle estar en paz con ella?
Y si no vive… ¿Qué ritual podrías hacer para recordarla con el más profundo amor y alegría?
Es mi deseo que el día de la madre no sea sólo una fecha comercial o una reunión familiar obligada, sino que te conecte con tu capacidad de manifestar el amor incondicional.
Escrito por:
Ignacio Trujillo
Coach Ontológico Porfesional y Director de Consultora ALAS